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Cuando los niños llegan

En más de una ocasión he mirado con ojos altamente críticos la alagaravía que otros hacen en sus blogs cuando algún conocido está a punto de tener un bebe. Muchas veces he considerado que eso no es propio de un blog "serio como el mío" (hä! sí, como no). Pero la verdad sea dicha, yo mismo he sucumbido a estos destellos de emoción un par de veces. La primera vez fue hace unos años (mierda, ya van a ser cuatro) y la segunda es hoy.

Pues sí, mi hermana está embarazada desde hace ya unos meses, pero como este blog estaba casi muerto por esos días, pues no se hizo la mención requerida. Cómo en el caso anterior, es lamentable que el pequeño Josue (prometo no ponerle a mis hijos nombres bíblicos en la medida que me sea posible) está en un país al cual me queda muy difícil viajar. En todo caso, desde acá se le desea lo mejor y que prometo llevarle goma de mascar y ayudarlo a romper las reglas de mi hermana cada vez que vaya a visitarlo.

Y a mi hermana y familia le doy mis más sinceras felicitaciones. Espero que estén contentos de verdad.

¿Empresario o Emplado?

Hace un par de días leía yo una entrada llamada Actitudes Tercermundistas. En esta entrada se critica a aquellas personas que no tienen ninguna intención de crear una empresa propia, y por el contrario, están contentos en el rol de empleador. Contrario a la opinión del autor, considero que el afán de crear empresa no es una actitud del primer mundo, ni tampoco es algo totalmente deseable. De antemano, ofrezco mis respetos a aquellos empresarios emprendedores y afirmo que no tengo nada en contra de ellos.

Primero que nada, el afirmar que el no querer crear empresa es una acitud tercermundista está totalmente errado. De acuerdo a un estudio publicado por el Global Entrepreneurship Monitor en el año 2007 y rápidamente resumido por el tiempo el 20 de Junio del año 2007 (este link necesita que usted sea miembro del tiempo), Colombia es el segundo país del mundo donde más empresas se crean, solamente superado por Perú. De acuerdo con el informe, un 22,48% de los ciudadanos colombianos estuvieron involucrados en la creación de nuevas empresas. El número de emprendedores colombianos contrasta con el de emprendedores belgas, el segundo país con mayor ingreso per capita en Europa (solo detrás de Luxemburgo) donde solo el 2.73% se vio involucrado en esta actividad. En Japón, otro país del primer mundo, el porcentaje de la población que se vio envuelto en la creación de empresas es apenas mayor que en Bélgica, con un 2.9%. Con base en estas estadísticas se puede concluir que el espíritu emprendedor no es una actitud del primer mundo, sino que hace parte de la idiosincrasia colombiana.

Es curioso, sin embargo, que a mi llegada a Alemania también noté que no había muchas empresas de pequeño tamaño, y que tampoco había muchos emprendedores. Pro esa razón en algún momento empecé a buscar el por qué un país con una economía tan grande contaba con tan pocas nuevas empresas. Poco tiempo después, mientras llevaba una conversación con un politólogo, me enteré que la razón es la siguiente. La ley está diseñada para que solo empresas que puedan demostrar su sostenibilidad a mediano y largo plazo puedan ser creadas. De tal manera que, si bien pocas empresas son creadas, la mayoría de ellas sobreviven por un largo tiempo. Esto también contrasta con la realidad colombiana donde el 10% de las empresas creadas cierran sus puertas antes de cumplir un año de funcionamiento. Acá, Colombia se encuentra de nuevo en segundo lugar a nivel mundial en empresas nuevas cerradas.

Tal vez el único país del primer mundo donde las empresas se abren constantemente es los Estados Unidos de America. Sin embargo la mentalidad norteamericana es totalmente diferente a la colombiana. Mientras el emprendedor colombiano se apega a su empresa como si fuera su propio hijo el cual guarda celosamente. El emprendedor norteamericano simplemente espera crear un idea, cuya propiedad intelectual pueda ser vendida a un alto precio (es por eso que en U.S. se considera que el verdadero capital de una empresa es sus patentes). Curiosamente, dos de las empresas más grandes de nuestros días no lograron convencer a los grandes jugadores de los negocios en comprar sus ideas. Google por ejemplo no logró que Yahoo! comprara su algoritmo. De la misma manera, Microsoft no logró que IBM comprara la compañía.

Ya que he mostrado que el espíritu emprendedor no es una actitud del primer mundo, quiero mostrar por que considero que este espíritu puede convertirse en una amenaza para la economía. De antemano quiero aclarar que los siguientes párrafos no aplican para empresas que proveen productos novedosos. Y por producto novedoso se debe entender aquellos productos que satisfacen una necesidad de los consumidores que no había sido satisfecha previamente. Sin embargo, me experiencia en Colombia me dice que muy pocas empresas ofrecen productos novedosos, y en general se dedican a repetir formulas que resultaron exitosas para la competencia.

En primer lugar, tenemos las empresas de nuestros emprendedores las cuales generalmente ofrecen un producto o servicio. Después tenemos los consumidores de los productos y/o servicios de las primeras empresas. Estos consumidores pueden ser cualquier cosa, otras empresas, usuarios finales, gobierno, etc. Estos dos jugadores interactúan en un ecosistema denominado mercado. Simplificando las cosas, podemos dividir a los consumidores en dos grupos, los pequeños consumidores que compran al mejor postor, y los grandes consumidores, los cuales están más interesados en la garantía que su necesidad será satisfecha, que en el precio que tienen que pagar por el producto.

El mercado, en general, tiene un tamaño que no varía mucho; a menos, claro, que le necesidad por el producto aumente. Esto implica que al tener un mayor número de empresas productoras, cada una tendra una porción más pequeña del mercado y una menor oportunidad de crecer. Ahora, si todas las empresas permanecen pequeñas, entonces no podrán ofrecer las garantías que los grandes consumidores exigen. Es así como las calles de Bogotá son arregladas por conglomerados Mexicanos, el sistema de información de la Universidad Nacional (que es una catástrofe) fue diseñado por una empresa española. Al final, solo se cuenta con un gran número de pequeñas empresas que no son competitivas ni a nivel nacional ni internacional, situación lamentable en un mundo globalizado. Por eso creo que vale más un par de empresas bien posicionadas que un ejercito de empresas que difícilmente producen suficiente dinero para mantener a sus dueños.

Finalmente, a nivel personal, puedo decir que yo no deseo hace empresa por que no quiero dedicarme a labores administrativas mientras dejo de hacer lo que me gusta. En segundo lugar, lo mío es la investigación y es casi imposible que una empresa recién fundada se pueda dar el lujo de financiar proyectos de investigación, para tal fin se necesita trabajar en una institución para tal fin (como hago ahora en esta institución), o en una empresa con un laboratorio ya establecido (como IBM).

En conclusión, creo que el no querer ser empresario es una opción válida que merece respeto, de la misma manera en que los emprendedores lo merecen.

Sobre los que quieren ser personas de bien

Esta es una entrada que había pensado hace un buen tiempo, pero que no me había sentado a redactar y que va muy acorde a las últimas dos entradas

En septiembre del año 2006 me graduaría yo como ingeniero de sistemas. En este momento, uno todavía es un don nadie que no tiene la más remota idea de como aplicar por un trabajo, así que la tarea de encontrar un puesto decente tomaría algún tiempo. Sin embargo, mi familia se afanaba por que yo empezara a producir y no me convirtiera en un vago. Frente a esta situación la única opción viable sería aceptar un puesto mal pago en la nueva empresa de un compañero de la universidad. Es allí donde uno escribiría el código que no quiere que jamás salga a la luz pública, pero a raíz de los miserables sueldos que se pagaban, los empleadores no podían esperar más. Sin embargo no es este el tema del que quiero hablar en este momento.

La historia comienza un par de meses después que yo entrara a trabajar allí. Debido a razones financieras, se decidió que las instalaciones, de la empresa donde yo laboraba, serían compartidas con la empresa del padre de una de las socias fundadoras (y mi jefe, bien sea dicho de paso). Su papá, quien provenía de una familia de escasos recursos económicos (y no digo de origen humilde, pues ese señor era todo menos humilde), le había apostado al negocio de las tarjetas de teléfono prepago, generándole bastante dinero una vez el negocio de las ventas de minutos a celular reventaron a lo largo y ancho de Colombia.

Tal como pasa con muchas personas en Colombia, quienes, proviniendo de hogares pobres y logran amasar algún tipo de fortuna económica. El señor X (cómo en adelante me referiré a él) había decidido que se encontraba un escalón encima mío en la escala evolutiva y por consiguiente todo aquel que no pudiera mostrar una cadena de 24 kilates a través de la camisa abierta en el pecho debería ser tratado de la misma manera en que Luis IV el Justo trataba a sus lacayos. Pocos días después se decidió que los empleados no teníamos derecho a usar el baño de la oficina, que estaría destinado únicamente a los tres gerentes (mis dos jefes,el novio de la hija de X y X). Nosotros, pobres creaturas del señor deberíamos usar los baños públicos del piso donde nos encontrábamos. Los empleados tampoco podíamos usar el teléfono sin pedir permiso a las cuatro personas antes mencionadas, ni tampoco podríamos almorzar con ellos en las mesas destinadas para ese propósito. No, nosotros teníamos que almorzar escondidos en la cocina.

Poco después X, considerando que su condición era mucho mejor que la de sus vecinos, decidió mudarse más al norte y al oriente (la verdad no tanto, pero sirve para propósitos literarios) a un lugar donde seguramente vivirían más personas de su estirpe, digo, condición social. Es allí donde empiezan sus, y mis, problemas. Debido que el sistema de clases de Bogotá es más estricto que el sistema de castas en la india, este señor nunca encajó en el nuevo lugar donde vivía, a pesar de todos sus esfuersos por ser aceptado en este nuevo círculo social. Sus esfuerzos por ser aceptado lo llevaron a organizar un bazar bailable con lechona incluida para todos los residentes de su conjunto. Todavía recuerdo yo su enojo y frustración el lunes siguiente mientras comentaba que este bazar había sido un gran fracaso.

El principal problema de sus frustraciones era, que usualmente la venganza se dirigía a sus pobres lacayos, acentuando el sistema clasista del país. Por mi parte, después de cuatro meses tuve suficiente de sus tratos y la mala remuneración y conseguí otro trabajo en el cual no me iría mucho mejor; pero como no hay tercero malo, en el tercero si me iría bien. La empresa en la que trabajaba no soportó el sistema de clases por mucho tiempo más y dejaría de compartir instalaciones poco tiempo después de mi partida. Posteriormente X convencería a su hija que su socio no era más que una carga y lograría que la empresa se separara en dos. Finalmente aprendí que si bien, no existe un sistema de discriminación en mi país basado en razas, definitivamente existe uno basado en algo más que el dinero.