Hace un par de días leía yo una entrada llamada Actitudes Tercermundistas. En esta entrada se critica a aquellas personas que no tienen ninguna intención de crear una empresa propia, y por el contrario, están contentos en el rol de empleador. Contrario a la opinión del autor, considero que el afán de crear empresa no es una actitud del primer mundo, ni tampoco es algo totalmente deseable. De antemano, ofrezco mis respetos a aquellos empresarios emprendedores y afirmo que no tengo nada en contra de ellos.
Primero que nada, el afirmar que el no querer crear empresa es una acitud tercermundista está totalmente errado. De acuerdo a un estudio publicado por el Global Entrepreneurship Monitor en el año 2007 y rápidamente resumido por el tiempo el 20 de Junio del año 2007 (este link necesita que usted sea miembro del tiempo), Colombia es el segundo país del mundo donde más empresas se crean, solamente superado por Perú. De acuerdo con el informe, un 22,48% de los ciudadanos colombianos estuvieron involucrados en la creación de nuevas empresas. El número de emprendedores colombianos contrasta con el de emprendedores belgas, el segundo país con mayor ingreso per capita en Europa (solo detrás de Luxemburgo) donde solo el 2.73% se vio involucrado en esta actividad. En Japón, otro país del primer mundo, el porcentaje de la población que se vio envuelto en la creación de empresas es apenas mayor que en Bélgica, con un 2.9%. Con base en estas estadísticas se puede concluir que el espíritu emprendedor no es una actitud del primer mundo, sino que hace parte de la idiosincrasia colombiana.
Es curioso, sin embargo, que a mi llegada a Alemania también noté que no había muchas empresas de pequeño tamaño, y que tampoco había muchos emprendedores. Pro esa razón en algún momento empecé a buscar el por qué un país con una economía tan grande contaba con tan pocas nuevas empresas. Poco tiempo después, mientras llevaba una conversación con un politólogo, me enteré que la razón es la siguiente. La ley está diseñada para que solo empresas que puedan demostrar su sostenibilidad a mediano y largo plazo puedan ser creadas. De tal manera que, si bien pocas empresas son creadas, la mayoría de ellas sobreviven por un largo tiempo. Esto también contrasta con la realidad colombiana donde el 10% de las empresas creadas cierran sus puertas antes de cumplir un año de funcionamiento. Acá, Colombia se encuentra de nuevo en segundo lugar a nivel mundial en empresas nuevas cerradas.
Tal vez el único país del primer mundo donde las empresas se abren constantemente es los Estados Unidos de America. Sin embargo la mentalidad norteamericana es totalmente diferente a la colombiana. Mientras el emprendedor colombiano se apega a su empresa como si fuera su propio hijo el cual guarda celosamente. El emprendedor norteamericano simplemente espera crear un idea, cuya propiedad intelectual pueda ser vendida a un alto precio (es por eso que en U.S. se considera que el verdadero capital de una empresa es sus patentes). Curiosamente, dos de las empresas más grandes de nuestros días no lograron convencer a los grandes jugadores de los negocios en comprar sus ideas. Google por ejemplo no logró que Yahoo! comprara su algoritmo. De la misma manera, Microsoft no logró que IBM comprara la compañía.
Ya que he mostrado que el espíritu emprendedor no es una actitud del primer mundo, quiero mostrar por que considero que este espíritu puede convertirse en una amenaza para la economía. De antemano quiero aclarar que los siguientes párrafos no aplican para empresas que proveen productos novedosos. Y por producto novedoso se debe entender aquellos productos que satisfacen una necesidad de los consumidores que no había sido satisfecha previamente. Sin embargo, me experiencia en Colombia me dice que muy pocas empresas ofrecen productos novedosos, y en general se dedican a repetir formulas que resultaron exitosas para la competencia.
En primer lugar, tenemos las empresas de nuestros emprendedores las cuales generalmente ofrecen un producto o servicio. Después tenemos los consumidores de los productos y/o servicios de las primeras empresas. Estos consumidores pueden ser cualquier cosa, otras empresas, usuarios finales, gobierno, etc. Estos dos jugadores interactúan en un ecosistema denominado mercado. Simplificando las cosas, podemos dividir a los consumidores en dos grupos, los pequeños consumidores que compran al mejor postor, y los grandes consumidores, los cuales están más interesados en la garantía que su necesidad será satisfecha, que en el precio que tienen que pagar por el producto.
El mercado, en general, tiene un tamaño que no varía mucho; a menos, claro, que le necesidad por el producto aumente. Esto implica que al tener un mayor número de empresas productoras, cada una tendra una porción más pequeña del mercado y una menor oportunidad de crecer. Ahora, si todas las empresas permanecen pequeñas, entonces no podrán ofrecer las garantías que los grandes consumidores exigen. Es así como las calles de Bogotá son arregladas por conglomerados Mexicanos, el sistema de información de la Universidad Nacional (que es una catástrofe) fue diseñado por una empresa española. Al final, solo se cuenta con un gran número de pequeñas empresas que no son competitivas ni a nivel nacional ni internacional, situación lamentable en un mundo globalizado. Por eso creo que vale más un par de empresas bien posicionadas que un ejercito de empresas que difícilmente producen suficiente dinero para mantener a sus dueños.
Finalmente, a nivel personal, puedo decir que yo no deseo hace empresa por que no quiero dedicarme a labores administrativas mientras dejo de hacer lo que me gusta. En segundo lugar, lo mío es la investigación y es casi imposible que una empresa recién fundada se pueda dar el lujo de financiar proyectos de investigación, para tal fin se necesita trabajar en una institución para tal fin (como hago ahora en esta institución), o en una empresa con un laboratorio ya establecido (como IBM).
En conclusión, creo que el no querer ser empresario es una opción válida que merece respeto, de la misma manera en que los emprendedores lo merecen.